La vida de Hombre-Caracola. LXX.

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Emi ha llegado a casa y le he explicado, con toda delicadeza, lo que me ocurre últimamente por las noches. Ha quedado muy asombrada, y en un principio, el miedo se ha apoderado de ella pero ha tratado de buscar una explicación razonable. Hemos decidido enfrentarnos a la bestia en la que me convierto por las noches. Le he pedido a Emi, antes que desaparezca la luz del día, que me ate de pies y manos a la cama, lo ha hecho como ha podido. Luego le he dicho que bloquee la puerta de la habitación y me vigile desde la pequeña ventana del distribuidor que da al dormitorio. Cuando soy una fiera, mi furia va dirigida a los indeseables pero no puedo fiarme, podría crear una guerra. El poder que siento por las noches es incontrolable e indirectamente podría causar daños colaterales, incluso a la buena gente.
Se ha hecho la noche, me he deshecho de la ataduras con mis fauces y de nuevo me han surgido las alas… Siento odio, ira y rencor contra los responsables de las vidas de los niños que mueren en la guerras y en el mar. He creado un ritual y he pedido a los espíritus de los cuatro vientos, que esos asesinos vivan lo que tengan que vivir pero cuando mueran, que sea cara a la oscuridad. Lo he gritado con fuerza, en el silencio y la paz de la noche. Hasta que la primera luz del día, a través de las rejillas de las persianas ha comenzado, con delicadeza, a iluminar la habitación.
Emi ha apartado los muebles que bloquean la puerta, y al momento, ésta se abre. Me desata, ríe, me abraza y me cuenta que he permanecido toda la noche atado, roncando y durmiendo como un bebé. Es decir, lo que siento por las noches, para una persona razonable son pesadillas. Aunque el Maestro me advirtió que tuviera cuidado con la magia, que podría alterar mi vida, incluso acabar con ella. Y ha cambiado mis sueños y éstos, también forma parte de mi realidad. Mi bestia es mi lado oscuro, mi ira, mi odio, mi venganza y mi rencor… Tendré que convivir con ella, aunque ahora tengo más claro, que mi peor enemigo soy yo.