Las pinturas creadas en la noche, por Adolf, son parte de sus rituales. Son obras que solo existen en los sueños de Hombre-Caracola.
Adolf. 2020. Óleo sobre tablilla entelada. 17×14.
Diego Latorre
Hombre-Caracola. 2020
No soy una estrella de Broadway, no bailo ni muevo mi trasero en ninguna coreografía, no formo parte de ningún espectáculo de Nueva York. Lo que podréis ver desde nuestra terraza, si pasáis por nuestra casa-taller, no es Manhatan. aunque lo parece, sobre todo por la noche cuando soy Adolf.
Desde nuestro balcón podréis apreciar desde lejos, prácticamente todas las fábricas de la provincia, refinerías, químicas… Aunque puedan parecer grandes rascacielos, son nuestros depredadores, monstruos que contaminan el cielo con puro veneno. Y la verdad, los vecinos que vivimos cerca de la Gran Manzana corremos peligro, hace bien poco estalló el reactor de una planta química, hubo tres muertos y ocho heridos. No es la primera desgracia que hemos sufrido, la del año mil novecientos ochenta y siete, fue sonada, Tarragona tembló de terror. Aunque todo queda pronto en el olvido. De la nuclear prefiero no hablar, solo deciros que con ella corremos un enorme peligro.
Pero muchos ayuntamientos de la provincia están tranquilos, las empresas les ofrecen buenos servicios, les subvencionan el alumbrado público, o les montan bonitos polideportivos… A pesar del aumento de las clínicas de fertilidad, muchos habitantes no ven ningún peligro. Les dicen que el mal olor que a veces sentimos y el vómito negro de sus chimeneas, están dentro del límite permitido.
A pesar de la contaminación, amo profundamente a Tarragona, no marcharé de aquí aunque estalle en mil pedazos. A parte de las fábricas, esta tierra es el paraíso, y la contaminación, la podréis encontrar en cualquier lado, en Barcelona, Madrid, Minas de Riotinto o en Bilbao… Por favor, no dejéis de visitarnos, los habitantes de mi querida tierra os aseguro que son hospitalarios. Y además, entre otras maravillas, tenemos de las mejores arenas de playa del mercado, la bella sierra de Prades, las huellas del imperio romano…Gozamos de los Puertos de Tortosa, de la magia del Delta, de sus grullas y flamencos…, no marcharía a otro lado. Nuestra tierra produce de los mejores vinos y aceites…, y además, el sol está de nuestro lado, por algo se instalaron aquí los romanos.
No entiendo a los que convierten los paraísos en lugares grises. Espero que los espíritus hagan justicia, por las noches como sabéis, no puedo controlar mi ira, ya conocéis a Adolf.
El reloj de la cocina marca las cuatro de la mañana, aunque como sabéis, a las agujas del mío el tiempo les importa un torrezno, viven el presente disfrutando cada momento.
Por el día sabéis que me alimento de amistad pero cuando reina Adolf, tengo un apetito atroz. Adolf, es el nombre que me he puesto cuando reina la luna y siento venganza, odio o rencor… He abierto la nevera, he arrasado con toda la comida que había en su interior, me he zampado incluso el apio, la lechuga y la coliflor.
Ya sabéis que paso la noche odiando, probando mis poderes, invocando… El caso es que de tanto investigar surgió la magia, apareció ante mí el espíritu de un dictador. Me llamó la atención que su alma fuera la de un niño. Me contó entre lágrimas que murió cara a la oscuridad, como todos los dictadores, que lleva demasiados años angustiado y deambulando por la Tierra, y mientras le recuerden, no podrá alcanzar su lugar. Me dijo que entre los que le odian y los que le adoran, le impiden continuar su camino, me rogó que os suplicara que nadie siga sus pasos y que le olvidemos para siempre. Se disculpó, con enorme tristeza, por todas sus barbaridades y asesinatos. Me contó que nació bueno, como todos los niños, pero tuvo una nefasta educación, su padre fue maltratador. Eso ayudó a convertirlo en dictador, nadie lo pudo evitar, dijo que ese fue su destino. Comentó que el fascismo es una lacra que debe desaparecer de la faz de la Tierra. Me pidió que olvidemos el pasado, que lo único que necesita el humano es amar y tener amigos. Luego desapareció.
Creé un fuego en mi maceta con tomillo, y estuve una hora danzando alrededor, perdí la consciencia… Pedí a los espíritus de los cuatro vientos, que aquel niño marchara muy lejos de la humanidad, lejos de los recuerdos de los demás. Ahora, quien adore o odie a ese niño, de nada le servirá, será como adorar o odiar a un pimiento frito, o a una butifarra del Empordà.
Ayudé a ese espíritu, porque a los niños los respeto de día y de noche, esa es mi condición. Mi familia no mereció una dictadura pero ningún niño merece ser dictador.